Órganos hechos a medida, una reflexión sobre la educación en España, y una charla en TED que podría ser el guión de una película de ciencia ficción, pero que no lo es.

Rembrandt, "lección de anatomía del Dr. Nicolaes Tulp", 1632

Rembrandt, «lección de anatomía del Dr. Nicolaes Tulp», 1632

Hoy me he levantado con el pie izquierdo. Es una forma coloquial de decir que todo lo que podría haber salido mal ha salido como esperaba: mal. Y esos días, en que todo sale mal, es cuando la cabeza no para de darle vueltas a todo tipo de ideas que terminan aflorando en forma de enfado. Irracional, pero enfado. ¿Cómo puedo enfadarme por algo que no afecta -a priori- directamente?. Es una cuestión de honor, de un tipo de honor difuso, que no llego a comprender del todo, pero al fin y al cabo, ¿Quién se comprende a si mismo?. Yo, desde luego, no.

En España, este país nuestro al que tanto queremos u odiamos, según el día, disponemos de un caro sistema educativo en el que por cuestiones de normativas y política se desperdician los muchos o pocos recursos (eso no es tema de valoración en este post) de que se disponen para formar a nuestros hijos. Y digo que se desperdician no por que el profesorado no se esfuerce, ni porque no estén permanente formándose -los profesores, e interesándose por métodos de motivación y por formas de hacer que sus alumnos salgan lo mejor formados posibles. En mi humilde opinión se trata de una cuestión de política, de vaivenes constantes en las políticas educativas y las normas que regulan el qué y el cómo de la educación, políticas motivadas en muchos -demasiados casos- por intereses promovidos por emociones ideológicas. Y los profesores no son responsables. No sólo no lo son, pues tienen que luchar contra esos vaivenes, sino que se las ha despojado de la «autoritas«, de la capacidad de ser inspiradores de ejemplo y de respeto. La muestra está en que no pocos son agredidos por los padres de sus alumnos o por sus propios alumnos.

Conozco a no pocos -con conocer a uno solo ya me asustaría, así que imaginad mi enojo- profesores de Universidad que me narran historias espeluznantes acerca del bajísimo nivel con el que llegan sus alumnos a los primeros cursos. Tanto que, según ellos, el nivel educativo medio es bajísimo, y por tanto, el nivel medio de las Universidades, también -supongo.

Son las víctimas de experimentos educativos erróneos y mal diseñados que pagan carísimo las consecuencias de las normas que generaron aquellos sobre quienes, años atrás, se depositó la responsabilidad de crear un marco educativo que fuese una auténtica inversión para la sociedad.

Alumnos desde derecho hasta ingeniería con raves carencias en conocimientos básicos, ausencia de cultura general y casi nulo conocimiento de muchas materias de humanidades que habrían facilitado su compresión filosófica del mundo que les rodea y los habría convertido no en seres fácilmente dogmatizables y aborregados. Jóvenes que han visto como las leyes educativas que les afectaron a lo largo de su infancia, fueron cambiando y fueron convirtiendo su educación en un debate nacional sin solución hasta la fecha. Jóvenes universitarios que han aprendido que sus méritos no han sido premiados en la misma proporción que los deméritos de muchos de sus compañeros no fueron castigados y que, año tras año, con independencia de los resultados del año, seguían pasando de un curso a otro.

Chicos y chicas que llegan a las Universidades con graves problemas de redacción, enormes faltas de ortografía y una notable incapacidad de comunicarse con fluidez verbal, si no se trata de hacerlo a través de SMS’s, WhatsApp u otras redes sociales.

Y la culpa no es de ellos. Es de las generaciones anteriores que han sido frívolas, irresponsables y egoístas. ¿Las consecuencias?. Las pagarán ellos y las generaciones posteriores, sin contar con la grave situación económica que atraviesa en estas fechas nuestro país, lo que agravará aún más las dificultades para poder encontrar siquiera un primer empleo.

La inversión que tantos miles de millones de Euros ha costado a los españoles, en especial a los más desfavorecidos, que han trabajado y han confiado en sus líderes sociales y políticos, se ha desvirtuado. Se han malversado sus esfuerzos. Un obrero de la construcción que trabajó durante toda su vida en un andamio, un camarero, un pescador, un repartidor, un camionero, un operario de cualquier cadena de montaje… todos han confiado en la gestión pública para que sus hijos no corrieran su misma suerte y pudieran medrar económica y socialmente. Muchos lo han hecho, sería una difamación y una injusticia el negarlo, pero la realidad es que, esa inversión que debiera redundar en un retorno a la sociedad en forma de excelentes abogados, arquitectos, médicos, cirujanos, físicos, filósofos, investigadores, y demás profesionales cualificados, no ha sido lo que se esperaba, al menos desde mi punto de vista (me gustaría conocer el vuestro).
Con dinero público se forma a abogados que ejercerán, mayoritariamente, en bufetes privados; con dinero público se forma a arquitectos que ejercerán mayoritariamente en el sector privado; a médicos y cirujanos que lo harán en el público y el privado, y así sucesivamente. Y muchos, miles, siempre demasiado, no ejercerán jamás una profesión vinculada con lo que hayan estudiado.

Eso significa que la sociedad, a través de sus impuestos, ha financiado la educación de estos hombres y mujeres y después pagarán por recibir sus servicios sin que estos devuelvan, al menos en los primeros años del ejercicio de su profesión, parte del importe correspondiente a la formación que les ha permitido ejercer la profesión de la que vivirán el resto de su vida. Esto significa que, a través de los impuestos de todos, se han financiado los estudios de miles de personas que, o directamente lo han desperdiciado sin sacar provecho de lo que la escuela o la Universidad les ofrecía, o que sencillamente han tardado tres o cuatro años más de lo debido en terminar sus estudios (con lo cual han costado más) y que no van a ejercer jamás una profesión relacionada con lo que han aprendido.
Ello sin contar con aquellos cuyas especialidades, en las que resultan ser brilantes, no encuentran otra salida más que la de la emigración para desarrollar sus capacidades en universidades extranjeras y finalmente en empresas privadas extranjeras donde se diseñarán, fabricarán, patentarán y distribuirán a todo el mundo productos que compraremos y consumiremos. Con lo cual hemos formado a empleados altamente cualificados de compañías extranjeras que no devolverán la inversión pública que significó su formación ni tan siquiera a través de los impuestos que habrían de pagar si ejerciesen sus profesión en España.

No digo con esto que la Universidad sea una agencia de colocación, ni mucho menos, pero no pueden, no deben, no debemos permitir que los recursos destinados a la formación se desperdicien y no se valoren en la medida en la que la mejora de las sociedades depende casi al cien por cien del resultado de la mejora contínua de sus sociedad, dándole las herramientas para que ésta pueda desarrollar sus potencialidades.

Creo que es justo que la Universidad sea pública y universal, pero para los mejores y los más cualificados. No conozco a nadie que siembre 100 para recoger 10. En tal caso sembrará 15 o 25 semillas y contará con un pequeño porcentaje que no germinará. Y ese agricultor venderá el fruto de esas semillas para poder comprar más y poder crecer. Nosotros no podemos permitirnos que sea gratuita antes y después. Porque sencillamente es insostenible.

Muchos padres no disponen de recursos para poder financiar los estudios de sus hjjos, pero es responsabilidad del estudiante, para con sus padres y para con el resto de la sociedad no sólo el aprovechar los recursos que se pongan a su alcance, sino el devolver a la sociedad bien el coste total de su formación, bien al menos una parte importante de esta, tanto en términos económicos, como en forma de profesional cualifficado para desempeñar sus capacidades. Y es responsabilidad del estado el facilitar el acceso a la mejor educación pública posible y el acceso a trabajos acordes con las especialidades que ofrecen las Universidades y las escuelas profesionales.

Y sí, debe haber profesionales de la literatura, de la filosofía, de las humanidades, que tienen mucho que ofrecer a la sociedad y estas carreras no pueden relegarse a un segundo o tercer plano. Una sociedad sin filosofía es una sociedad destinada a padecer un coma permanente.

Puede que esté profundamente equivocado en mi visión respecto a este tema. Tampoco quiero extenderme en exceso ni adoptar posturas que puedan ser entendidas como ideológicas, este blog no pretende ser un panfleto reivindicativo de nada, su intención es tan sólo lúdica.

Pero, como comentaba al principio, hoy, me he levantado con el pie izquierdo, y parte de esta reflexión la ha provocado el vídeo de TED, que os adjunto, en el que veo como mientras en España se recortan los fondos para la investigación, muchos amigos y conocidos tienen que desplazarse a Estados Unidos -fundamentalmente- para poder formar parte de proyectos tan maravillosos como este.

De TED: Anthony Atala demuestra un experimento en fase inicial que algún día podría resolver el problema de la donación de órganos: una impresora tridimensional que usa células vivas para imprimir un riñón trasplantable. Usando una tecnología similar el joven paciente del Dr. Atala, Lucas Massella, recibió una vejiga de diseño hace 10 años; lo conocemos en el escenario.

Espero vuestros comentarios y vuestra indulgencia por mi arrebato!.

P.D. Vaya por delante que los jóvenes españoles son en su gran mayoría trabajadores, estudiosos, generosos, expontáneos y llenos de atributos que ya los hubiera querido yo para mi generación y las anteriores. Son, en su mayor parte, víctimas de los comportamientos y decisiones erróneas de sus padres y de los padres de sus padres, y es a ellos, cuando les llegue el turno, a quienes les tocará quedarse con la patata caliente de le educación y su gestión, que les daremos como herencia.

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